La alimentación cetogénica se basa en un cambio metabólico fundamental en el cuerpo, donde se reduce drásticamente la ingesta de carbohidratos y se aumenta el consumo de grasas saludables. Este cambio en la ingesta de macronutrientes obliga al cuerpo a buscar una nueva fuente de energía, ya que la glucosa, derivada de los carbohidratos, ya no está disponible en cantidades suficientes. Es aquí donde entran en juego los cuerpos cetónicos. Estos compuestos, producidos en el hígado a partir de ácidos grasos, se convierten en una fuente alternativa de energía para el cuerpo y el cerebro cuando los niveles de glucosa son bajos. A diferencia de la glucosa, que requiere un suministro constante de carbohidratos para mantener los niveles de energía, los cuerpos cetónicos pueden proporcionar una fuente de combustible más estable y duradera. Esto se debe a que los cuerpos cetónicos pueden atravesar la barrera hematoencefálica y alimentar eficientemente al cerebro, incluso en ausencia de carbohidratos. Como resultado, en la alimentación cetogénica, el cuerpo experimenta una transición hacia un estado metabólico conocido como cetosis, donde los cuerpos cetónicos se convierten en la principal fuente de energía, lo que puede ofrecer una mayor estabilidad energética y beneficios potenciales para la salud a largo plazo.